domingo, 31 de marzo de 2013

Atavismos


La ciudad de Pamplona que aparece en esa novela quedaba tan lejana en el tiempo que no conseguía ver en ella la que yo conocí en mi juventud ni la que había encontrado a mi regreso. Entresaqué motivos que me resultaban grotescos, como los burros muertos en el camino, o la descripción de los vascos con sus bailes riau riau, como si de un tratado antropológico sobre una tribu lejana se tratase y, aunque en buena ley ya no podía considerarme pamplonés, noté un poso de vergüenza al pensar que lectores de otros países pudieran seguir identificando estas tierras con semejantes atavismos.

Ya falta menos para ayer

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